viernes, 21 de diciembre de 2012

Reacciones inesperadas...

Si crees que tu entorno oficinístico ya no puede sorprenderte; si das por hecho que Cámera Café es el parte del NO-DO en comparación con tus vivencias diarias en el entorno laboral; si la última vez que no diste crédito a algún comentario de algún co-trabajador juraste y perjuraste que ya nada de lo que escuches o veas podrá ponerte los pelos como escarpias, haz la prueba y anuncia en la oficina que estás embarazada. Hazlo, hazlo. Verás cómo, efectivamente, la ficción se queda insulsa, ñoña y aburrida en comparación con la realidad.

A continuación paso a transcribir textualmente, y sin una sola gota de exageración, algunas reacciones espontáneas y directas que he presenciado a lo largo de los últimos meses al anunciar en el trabajo mi actual estado de buena esperanza. Como el anuncio es siempre el mismo o similar, o sea: “Fulano/Mengana, estoy embarazada”, me remito a reflejar solamente las respuestas más sorprendentes recibidas hasta la fecha:

Reacción A: “¡Anda! Ya decía yo que te notaba algo raro en la cara”.

Reacción B: “Pues ten cuidado. Con el embarazo se te caen muchas cosas, incluidos los dientes”.  Sí, sí. Esa cara que estás poniendo tú, estimado lector, es la misma que se me quedó a mí.

Reacción C: “¿Cuándo das a luz? ¿En abril? Pues vaya vacaciones te vas a pegar, eh?”. Aquí abro un buen paréntesis para disculparme públicamente con esta persona por tratar con tanta saña su, cuanto menos, inapropiado comentario. Es la segunda vez que lo destaco en el blog de Historietas, pese a sus reiteradas explicaciones y peticiones de perdón. Su calidad humana es de las mejores que conozco y la recién mencionada metedurilla de pata está más que superada. Pero reconozcamos, estimado compi, que tu ocurrencia merece su debido espacio en el capítulo de hoy.

Reacción D: “Sí, ahora que lo dices, se te nota. Sobre todo a lo ancho”. El creador de esta grandiosa frase no es de mi actual oficina sino de una del pasado. De hecho, más que un ex compañero, se trata de un estimado y fiel amigo con quien seguramente comparta en pocos días las uvas que darán lugar al nuevo año. Si con la "campaná número 12" siente un repentino e intenso dolor en la espinilla, ruego aguante estoicamente el merecido embiste y deje correr un tupido velo.

Reacción E: “¿Sí? Entonces tú te casaste embarazada, ¿no?” Por más que busco y rebusco, no encuentro comentario alguno a esta frase.

Reacción F (sin duda, mi favorita): “¡Hombreee! ¡Enhorabueenaaaa! ¿Pero ha sido por el conducto habitual?”

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Embarazadas, lactantes y madres del mundo: ¿Alguna reacción surrealista que compartir? O es que soy yo, que atraigo la sinceridad extrema…

martes, 4 de diciembre de 2012

El sexo del cucufate...

Hoy, 4 de diciembre de 2012, hemos conocido que nuestro cucufate es una niña.
Qué emoción más grande y qué gusto poder decir: ¡¡¡LO SABÍA!!! ;) ;) ;)

domingo, 2 de diciembre de 2012

Casi todo a pachas....

De unos años a esta parte, se ha colado en la gramática de los modernos-modernísimos la primera persona del plural en lo que a embarazo se refiere. Ya no es “mi señora está embarazada”, ni “hola, me llamo Mari y estoy embarazada”, sino “ESTAMOS EMBARAZADOS”. A lo grande y  por duplicado. Tomayá.  

Llámenlo obsesión, neurosis galopante, egocentrismo atroz o deformación profesional pero cada vez que tropiezo con esa frase me da un ataque de tos, se me aceleran las pulsaciones, me sube la bilirrubina y me pica la nariz. Ya ven, cada uno reacciona al estupor como buenamente lo procesa su cuerpo humano.  


Pero muuuucho peor es cuando me oigo a mí misma comunicar al prójimo semejante falacia y aberración de la naturaleza humana. Porque sí, lo reconozco, soy víctima reincidente de la deformación lingüística que, con cada vez mayor frecuencia, nos contagia esa interpretación distorsionada de La Igualdad y, más de una vez o dos, me he paseado toda chula por la oficina anunciando que Estimado y yo estamos embarazados. Pero, claro, en cuanto llegan esos momentos tan preciosos, entrañables y románticos en los que me veo glamurosamente reclinada sobre el váter soltando todo lo soltable mientras él se zampa un codillo con patatas, me pongo firme y decido abrazar la realidad. En cuanto las náuseas tienen el detalle de darme cinco minutillos de respiro, me levanto, me atuso un poco el pelo, me giro y, bien alto y claro, lo suelto: “PERDONA, PERO AQUÍ LA ÚNICA EMBARAZADA SOY YO. Y PUNTO.”

Nos guste o no, esto es así. Hay aspectos de la vida en los que, salvo mutación genética tras siglos de evolución, nunca seremos iguales. Del mismo modo que ellos disponen de miembro y nosotras, por más que se empeñen algunas intelectuales de reconocido prestigio internacional, jamás tendremos “miembra”, ellos no están ni estarán embarazados. Requete-NO al cuadrado. Y aunque está super guay decirlo y suena chick de la muerte, se trata, no solo de un atentado contra la verdad, sino de una falta de respeto a quienes sí hacen las veces de albergue andante, cantante y sonante durante tres cuartos de año.

Cuando empezamos a anunciar que estábamos esperando un cucufate, la reacción más común era: “¡Olé! Menuda puntería tiene el Estimado. Todo un francotirador, eh?” Ni una sola mención a la calidad, fondo y forma de mis ovocitos, ni al ambiente acogedor de mi útero. Todo el mérito, claro está, para el fecundador. Total, la persona fecundada, con estarse quietecita para que no se mueva la diana vale… Así que, si ustedes me lo permiten, el tanto del embarazo me lo apunto yo. Y que conste que lo digo sin resquemor, desde el máximo cariño a los fecundadores del planeta y sin rastro alguno de reivindicación feminista. En eso no soy nada sospechosa.

Tengo un amigo, con autoestima para dar, tomar y regalar, que lo dice con total sinceridad: “si los hombres tuviésemos que pasar por un embarazo, yo adoptaba ”. También jura y perjura que, el día que su mujer dé a luz, él seguirá muy atento la evolución del parto desde la salita de espera, leyendo el Marca y tomándose un Kit-Kat detrás de otro. Tal cual y sin complejos. A este amiguito mío de la infancia, a quien desde aquí mando un cordial saludo, nunca le oirás decir “estamos embarazados”.

Otro amigo nuestro asegura que, salvo por lo del parto, le encantaría estar embarazado por aquello de que le hiciesen mucho caso. Este amigo, a quien envío otro fuerte abrazo y agradezco su fidelidad al blog, vive en un país cercano pero con poco sol y, sinceramente, creo que la escasez de vitamina D le está pasando factura…

Conste que en estos nuevos tiempos que corren los señores fecundadores están muy colaboradores y se solidarizan in extremis con sus queridas fecundadas. El mío mismamente llegó a sufrir algún que otro episodio de náuseas matutinas y, de cuando en cuando, se pone tibio a cervezas con el único objetivo de que su panza se iguale a la mía y no desentone tanto la cosa cuando paseamos juntos por la calle. Reconozcan que es todo un detalle.

Y cuando nazca la criatura retomaremos, D.M., la primera persona del plural. Todo a pachas. Ambos seremos los padres, le querremos, nos desesperaremos, tendrá nuestros genes, le daremos de comer, le llevaremos al cole, le cambiaremos los pañales, le daremos la te..Ah no, eso tampoco se puede pluralizar. Bueno, ustedes me entienden. Juntitos los dos podremos decirle "Cucufate nuestro, hay que ver lo que te queremos con la guerra que nos das"... Ahora bien, el "¡Con lo que yo sufrí para traerte a este mundo!"...Esa frase me la pido yo. 






martes, 20 de noviembre de 2012

El primer regalo...


Al principio del embarazo sólo hay dos cosas que te permiten sentir que verdaderamente portas a otro ser humano dentro de ti: el primer latido y el primer regalo. El primer latido, que ya ha sido descrito al inicio de este blog, es la vida en forma de música que llevas dentro. El primer regalo es un álbum sin fotos de tu pequeño cucufate; un enorme futuro en blanco preparadito para construir…

Y ese primer regalo llegó, como no podía ser de otra manera, de la mano de Tita-Inés.

Antes de pasar a describir el obsequio, abro un paréntesis para presentar al personaje en cuestión. Tita-Inés es mucha tita y es mucha Inés: “mu” tremenda toda ella. Es imposible ocultarle nada. Te conoce tanto que ya puedes estar en el Tíbet, conversando tranquilamente con el Sr. Lama sobre la refundación de las dinastías Yuan y Ching, que ella, a unos cuantos miles de kilómetros de distancia, sabe si tienes fiebre, te apetece un tinto de verano o te aprieta demasiado el pantalón. Da un poco de “yuyu”, sí, pero también mucha tranquilidad porque, en caso de agresión o asalto en un callejón oscuro de cualquier sitio del mundo, tienes la certeza absoluta de que estará llamando a la policía ipso facto en busca de ayuda.

Otro aspecto algo friki de esta nuestra Tita es que luce cuatro brazos y, doy fé, es capaz de utilizarlos todos al mismo tiempo. Mientras con uno está preparando una lubina al horno, con otro emulsiona la crema de calabaza y todavía le quedan otros dos para pintarse las uñas de los pies y mandar un “guasa” a toda su lista de contactos. Si, además, en ese justo instante la llamas por teléfono para contarle con pelos y señales tus últimas 12 horas del día, no hay problema. Ella se coloca el pinganillo y le da al botón de “prestar atención a amiga el tiempo que haga falta”...

Y ten siempre muy clara una cosa: lo que tú le digas va a misa. Da igual que le cuentes que a tu perro le ha dado por cantar una saeta todas las noches que, si tú se lo aseguras, ella es capaz de apostar su casa a que es cierto. Lealtad de amiga ante todo. Porque… ¿qué es la verdad sino lo que ven los ojos de quienes más quieres? Tita-Inés tampoco es de las que presienten que el cucufate sea niña, para nada. Desde el principio habló en masculino. Pero como tú le has dicho que crees que es nena, no hay más que hablar: le ha faltado tiempo para salir corriendo a comprarle un vestidito rosa.

Es imposible no quererla. Si todavía no lo has hecho, pon una Tita-Inés en tu vida. Yo ya no me imagino la mía sin ella...

Dicho esto, a nadie le extrañará que Tita-Inés supo que yo estaba embarazada antes que yo y, cuando las cosas se tornaron un poco feas y la sombra de la duda vino a visitarnos, su sonrisa secó mis lágrimas porque ella sabía que, aunque yo no lo supiese, todo iba a salir bien.  Y para demostrarlo hizo entrega al cucufate de su primer regalo: un libro verde, precioso, titulado “El libro del bebé”. Desde la primera ecografía, hasta la caída del primer diente, este libro abre un universo de inmensas y variadas posibilidades sobre el futuro de Cucufate. ¿Cómo se llamará? ¿De qué color tendrá el pelo? ¿Cuál será su primera palabra? (“mamá”, espero). ¿Dónde dará su primer paso? ¿Cómo será su sonrisa? ¿Y sus ataques de ira? ¿Dormirá bien por las noches? ¿Se comerá las lentejas? ¿Se le dará bien el "inglé"? Infinidad de preguntas sin resolver pero con todo el espacio del mundo para ir rellenando en ese precioso libro verde. El futuro hecho presente, o el presente hecho futuro, cualquiera de los dos vale porque lo importante es saber que está. Que sí hay cucufate y que le queda todo por hacer.

Entonces, en ese momento y por segunda vez, te lo crees. Aunque no sientas todavía las primeras pataditas y lo único que te recuerde a embarazo sea el insoportable olor de tu nevera, ese primer regalo te da permiso para navegar mentalmente en lo que está por venir. Lo visualizas, te sonríes, te emocionas e imaginas…Hasta que vuelves otra vez a abrir la nevera y la hormona te trastoca la ilusión. Pero como el “Libro del bebé”, tan verde y tan bonito, está ya siempre sobre la estantería, vas corriendo a buscarlo para volver a creer que Cucufate existe y que nosotros seremos los padres.

----

Hace días que Cucufate y yo estamos tristes porque unos señores muy feos han venido a llevarse a Tita-Inés a un sitio oscuro y lejano. Pero esto no se va a quedar así. Además plantarnos indignados en la Puerta del Sol, hemos urdido un plan de rescate que ni James Bond. Pero esa es otra historieta que no contaré aquí porque las misiones secretas no se desvelan.


lunes, 12 de noviembre de 2012

El gran presentimiento...

Desde el principio me invadió un gran presentimiento de niña. Y los presentimientos de una fémina, sobre todo cuando ésta se encuentra en estado de preñamiento absoluto, nunca fallan.

O, por lo menos, no debieran....

Es natural, lógico, biológico, justo y, hasta si me apuras, necesario que una futura madre sepa lo que lleva dentro. Si no, que alguien baje y me explique a cuento de qué viene esta repentina sobreestimulación de los sentidos. Además de no soportar de pronto el sabor del salmorejo, abandonar un concierto a medias por sobrecarga de decibelios o que tu padre te proponga como sustituta de sus perras de caza, habrá, digo yo, algún sentido más elevado a todo esto.

El presentimiento de niña me sobrevino a partir de una revelación en el tren. Un día, de repente, como quien no quiere la cosa, me vi con mi niña (de nombre Alma) entre los brazos. Tan contenta me puse que fui corriendo en busca del Estimado para compartir con él nuestro precioso futuro. 

"Tenemos una hija", dije emocionada, "y se llama Alma". 
"¿Cómo dices? ¿Estás bien?", me soltó con cara de pasmo y colocando su mano en mi frente. "Alma no es siquiera nombre de persona. Además, yo creo que va a ser niño. Se nota claramente en la ecografía". 

Fin de la discusión. No se hable más. Mi gozo en un pozo.  

A continuación, busqué cobijo entre padres, hermano, amigos, vecinos, jefes y compañeros de trabajo pero nada...Todos aseguraban tener la sensación de que mi cucufate era niño. "Es que tienes muy buena cara. Muchísimo mejor que antes", me llegaron a decir, sin antes medir, quiero pensar, con cuidadito esas palabras... 

Sólo hubo uno que no me falló: el calendario chino. La desesperación no sabe de límites, lo reconozco, y, ante tal falta de apoyo, un domingo tarde sucumbí y busqué la famosa aplicación en internet. Introduje con esmero todos los datos que me pedía y "voilá", BINGO: salió niña.

La ecografía de la semana 14 trajo nuevos datos. Como en cada consulta desde la sexta semana, lancé la pregunta: "¿¿¿¿Se ve ya lo que es????". El Doctor respondió que no podía asegurarlo PERO que le "parecía haber visto un pito. En la próxima ecografía te lo podré decir seguro".

"¿¿¿¿¿Cómoooo????? ¿¿¿¿¡¡¡¡No puede seeerrr"!!!!!????. Me vino del alma. Fue un alarido que, antes de salir escopetado por mi boca, se olvidó por completo de pasar por el lóbulo frontal izquierdo a solicitar los permisos pertinentes. Cuando vi el estupor pintado en el rostro de la enfermera, supe que ya era tarde para recular. "Señora", decían sus ojos, "Claro que es posible...No es un perro, mujer, es un niño. Había un 50% de posibilidades".

Juré y perjuré que me daba igual una cosa que la otra pero que mi instinto me decía que era niña y, claro, me extrañaba muchísimo que pudiese haber visto un miembro viril por ahí suelto. "Seguro que es el cordón umbilical", dije, y salí tan contenta de la consulta a la espera del día D fijado para hoy, lunes 12 de noviembre.

-----------------------------------------------------------------

Llevo tres noches sin dormir, lo reconozco. Nerviosita perdida he entrado esta tarde a la eco de la semana 18. El doctor ha empezado a mostrarme muuuuuy lentameeenteeee la columna vertebral (muy mona sí, con todas las vértebras en su sitio), la cabeza (enorme y con ojos gigantes. Me dio susto y todo. Parece un alien, para qué engañarnos), las orejas (guay, fenomenal, gracias), las manos (porque usted lo dice pero yo no veo nada), los codos (¿!?), las rodillas (u-hummm), los pies (imagino que ahí dentro no huelen) y las nalgas (ocupando media pantalla). Y con este repaso, quiso dar cierre a la ecografía de hoy.

"¿¿¿¡¡¡Y el miembro!!!??? ¿¿¡¡¡Qué hay del miembro???!!!!".

Como respuesta vino un largo silencio, seguido de una mueca a lo Mourinho y un escueto "no se deja ver; le tapa la pierna. Nos vemos en tres semanas".

Así que, si su señoría tiene a bien descruzar las piernas, el próximo 4 de diciembre podremos preparar las compras de Navidad. Hasta entonces, se admiten apuestas a través de la pagina FB de Historietas: https://www.facebook.com/HistorietasDeUnaPrimeriza

Las bases son muy sencillas: si no lo has hecho ya, pinchas en "Me gusta". Después, escribes "niño" o "niña" en el muro, según como te dé.
Entre los ganadores se sorteará un gran Cucufate Galáctico.

¡¡¡Participa!!!



miércoles, 7 de noviembre de 2012

La frase que lo cambió todo....


Tengo una amiga, muy mejor amiga, que está lejitos en cuerpo pero pegadita en alma. Es compartidora nata de hitos vitales, conocedora profunda de sentimientos reales y fuente constante de grandes inspiraciones mentales. No la busques para un viaje mochilero, ni cuentes con ella para una maratón de gin-tonics. Pero si un día la vida se te hace bola y el raciocinio se torna en una gran tela de araña, ella y su sonrisa lo huelen en la distancia y se personan de inmediato con su frase curativa bajo el brazo.

Y es que mi amiga tiene la frase perfecta para cada enredo. 

No sólo eso, sino que, dependiendo de la intensidad de la pena, de la complicación del nudo o del olor del miedo, sabe cómo tiene que entonar cada palabra, dónde fijar su mirada y, en definitiva, en qué envoltorio entregar la oración que te regala. 

Un día, hace no más de dos o tres semanas, econtrábame yo aplastada contra el sofá, en plena parte baja de esta maja y entrañable montaña rusa hormonal que me acompaña. Estaba ocupadísima sintiendo una pena enorme de mí misma cuando, de repente, sonó el telefonillo. Cómo no, era mi amiga y, como siempre, traía su regalo. 

-"¿Qué tal?", me preguntó. 

-"Buf", respondí rauda y veloz. "Fataaaaal. Sinf, snif. No me recupero de las náuseas, me han salido pelos en la tripa, esta ciudad apesta a fritanga, me duermo por las esquinas y ENCIMA, snif, snif, me siento súper culpable...TODO EL MUNDO me mira raro... Creo que es porque me quejo demasiado.... Fulanita ni se enteró de su embarazo y trabajó hasta el último día..Yo aguanto hasta las seis de la tarde y a duras penas.... ENCIMA, snif, snif, menudo momento para quedarme preñada...Justo ahora que me cambio de puesto...Qué pensarán, madre mía....Qué imagen...ENCIMA va un compañero y, refiriéndose a mi baja maternal, me suelta que vaya pedazo vacaciones me voy a coger....snif....Otra va y me pregunta que por qué como tanto...Menganito, que qué hago que me voy tan pronto..SNIFFFFF....".

Así continué, un buen rato, hasta soltar la pelota gigante que, con la inestimable ayuda de mis queridos amigos  Progesterona, Gonadotropina Coriónica, Estrógenos y Lactógena, se me había atascado por dentro. Y ella, mi amiga, aguantó como una jabata hasta que, al concluir mi llantina, pudo hacer entrega de esa su frase que, en forma de regalo, lo cambió todo:

-"Pues tú, la próxima vez que te miren o te digan, gírate y suelta: 'Perdona, estoy reproduciendo células. ¿Tú qué haces?'". 

Entonces, por fin, caí. Soy reproductora de células. Un trabajo en el que no pintan nada el máster, la licenciatura, ni los tres idiomas. Un curro al que nos enfrentamos sin título ni experiencia que nos avalen pero que, sin embargo, constituye el más importante, delicado y hermoso de cuantos empleos vayamos a tener jamás. Una tarea que, nada más y nada menos, consiste en construir a otro ser humano para invitarle, después, a compartir con nosotros las aventuras y desventuras de lo que viene siendo La Vida. 

¿Acaso puede haber algo más importante que eso? 

Desde entonces, me entrego en cuerpo y alma a la reproducción celular de nuestro pequeño cucufate. Cada día, me encargo de gestionar unas seis millones de celulitas, según los expertos. Casi nada... Procuro, eso sí, ser equitativa en el reparto y, ya que estamos, escoger lo mejor de cada casa. 

Del Estimado, o sea del padre, estoy pillando las células de la paciencia, del acento gaditano (me encanta), del gusto por la música y del arte en la cocina. Reconozco que he apartado las patillas, no vaya a ser que salga niña y la liemos. Si es varón, puede que las devuelva pero siempre y cuando se las coloque, si quiere, a partir de la mayoría de edad y bajo estricta supervisión paterna. También he cogido del Estimadito un puñado de su corazón, aunque no sé yo si algo tan grande se podrá repetir.

De la madre, servidora, he apartado la neurosis y cierta mala uva. Dejo, de momento, las ganas de reír (tan recomendado ahora por lo psicólogos) y los mofletes (que siempre han tenido fama de achuchables; y no lo digo yo, que conste).

También estoy seleccionando cosas sueltas como la tenacidad y el sentido del humor de un abuelo; el equilibrio mental y la infinita bondad del otro; la eterna sonrisa del tito; el sentido de lealtad de sus titas; y el amor incondicional de las dos abuelas. 

A esto me dedico pues, con esmero y cariño, de un tiempo a esta parte. Y, cuando se me acerca algún mini-juez (que, en el fondo, soy yo misma) con su pregunta o con su mirada; cuando alguien se sonríe ante mis ansias alimenticias o levanta con estupefacción las cejas porque salgo de la oficina a mi hora; cuando me acorralan las náuseas y me saluda con recochineo mi propia panza...me doy media vuelta y, tan ricamente, suelto: "Déjame, no me molestes, que estoy reproduciendo células". 

--------------------------------------------------------------------------------

Gracias, amiguita, por estar siempre ahí y hacerme sentir mejor persona.   




domingo, 28 de octubre de 2012

Una transmutación inesperada....

Siempre he sido una muchacha algo coquetona, con cierto aire de pizpireta, y bastante gusto por el "aliñamiento" humano. No es que esté yo para concursar en Vogue, pero sí me cuido muy mucho de llevar el pelo, las cejas, las uñas y las carnes siempre en su sitio. Me depilo cuando toca, me cepillo los dientes tres veces al día y, of course, no hay mañana que se me resista la ducha. Sonrío siempre que paso por ahí, no vaya a ser que se me escape algún piropillo de esos que no abundan pero sientan tan bien, por qué no decirlo... Una vez (y aquí aprovecho para meter la cuña) hasta recibí un premio glamour. Fue en la fiesta del décimo aniversario de mi máster de radio y lo gané, prometido, sin emborrachar al jurado.



Con este currículum vitae bajo el brazo me planté junto a mi Estimado en la consulta del Doctor. Era nuestra segunda cita; una muy importante en la que nos confirmaba que esperábamos un pequeño cucufate (como no sabemos si es niño o niña, la criatura se ha quedado con Cucufate). Una vez entregada la buena noticia, el hombre me miró a los ojos y, con cara de conferenciante formado en Yale, se lanzó a entonar las verdades del barquero:

-"Bueno, lo primero y más importante que debes saber es que el embarazo no es una enfermedad. Puedes hacer vida normal: trabajar, viajar, tomar aviones, hacer deporte y practicar sexo, aunque sin grandes fantasías".

Aajá. Ok. Perfecto.

"Ahora, existe una serie de síntomas bastante comunes que puedes experimentar y que paso a indicarte a continuación:"

No tuvo ni que leerlas porque, al ser médico formado y experimentado en la materia, las había conseguido memorizar sin problema. Continúo.

"Mareos, sueño, hinchazón de pechos y vientre, exceso de salivación, náuseas, vómitos, meteorismo o flatulencias, varices, retención de líquidos, sudoración, jaqueca, mucosidad extrema, ciática, estreñimiento, diarrea, celulitis, estrías, acidez de estómago, pérdida de memoria, hirsutismo, irritación cutánea, gengivitis, cambios de humor...."

Y algo más que no recuerdo debido, seguramente, a mi incipiente amnesia.

En cuanto pude reaccionar, miré de reojo al Estimado por aquello de asegurarme de que no se había dado a la fuga ante semejante panorama. Pero ahí seguía el tío, sonriendo embelesado, como si estuviese escuchando a Wilco en directo.

A continuación, me pregunté por lo bajini a qué llamaría éste buen hombre enfermedad y en qué momento del auge hormonal procreativo se me pasó por alto la posibilidad de convertirme en una suerte de Shreck lobotomizada.

Por último, sonreí muy digna, di las gracias por tan detallada información y me dispuse a preparar una gran fiesta de despedida a mi querido glamour. Al fin y al cabo, tantos años de roce hacen el cariño.

--------------------------------------

Dos meses después de tan señalada visita médica, doy fe de la veracidad de las palabras de mi doctorcito. Hasta la fecha, he sufrido hasta un 75% de los mencionados efectos secundarios de esta mi querida gestación. Y no digo cuáles. Me niego. Que una tiene su orgullo....


miércoles, 24 de octubre de 2012

El día del susto...

Todo empezó con un buen susto. Mejor dicho, con dos sustos: uno bueno y otro malo. El primero fue un susto majo. Se llamaba Test de Embarazo Positivo y se plantó en nuestra casa el 9 de agosto de 2012, vestido con dos rayas rosas paralelas, muy monas ellas.

Aunque de los bonitos, no dejaba de ser un susto. La parte contratante de la segunda parte (alias, el Estimado) y servidora acabábamos de volver de nuestro viaje de novios y, ¡zas!, a la primera. Tomayá. Tanto que dicen, tanto que agobian con "uy! esto tarda meses, hasta puede que un año. Hoy en día no es como antes..El estrés, el tabaco, las edades avanzadas....Ya sabes...." Así que, cuando vi esas dos rayitas tan bien alineadas, el corazón me dio un vuelco, los ojos se me inundaron, el nudo se plantó en la garganta y, después de saborear durante aproximadamente un nanosegundo una pizquita de felicidad, volví a plantar los pies en la tierra, retomé la compostura y me dije toda digna al espejo: "no puede ser. Esto no puede ser tan fácil, ni tan rápido". Todo un derroche de positivismo por mi parte...

Y me fui, temblorosa, a pedir cita al Doctor...

Y así fue como, cuatro días después, se personó en mi vida para marcar territorio el susto malo.

En la ecografía no se veía nada. Tan solo un puntito negro que no se correspondía con las supuestas 6 semanas de gestación que, según la cuenta de la vieja (y del doctor que me atendía), debía tener. El médico lo diganosticó como más que probable huevo huero.."Es como un huevo con cáscara, pero sin yema" me dijo con cara de poker mientras yo asentía, indefensea, con ojos de perrucho abandonado. Como medidas de precaución me recetó el silencio más absoluto -"no vayas a decirle a nadie que estás embarazada"- y dos cápsulas de progesterona diarias. Dos semanas después tenía cita para una segunda ecografía, por si el mutismo y las hormonas habían conseguido producir el milagro.

Fueron, creo recordar, las dos semanas más largas de mi vida, en las que me debatía entre tener o no a un ser dentro, y luchaba contra el instinto asesino de rebuscar y analizar en internet todas las variantes posibles a mi espantosa incertidumbre.

No sé si fue la prudencia, la medicación, un diagnóstico fallido, que Dios existe o que la naturaleza exprime hasta la última posibilidad con tal de crear vida, pero a mis ojos se hizo el milagro porque, 14 días después del susto feo, escuchamos latir con fuerza el corazoncito de nuestro bebé.