martes, 20 de noviembre de 2012

El primer regalo...


Al principio del embarazo sólo hay dos cosas que te permiten sentir que verdaderamente portas a otro ser humano dentro de ti: el primer latido y el primer regalo. El primer latido, que ya ha sido descrito al inicio de este blog, es la vida en forma de música que llevas dentro. El primer regalo es un álbum sin fotos de tu pequeño cucufate; un enorme futuro en blanco preparadito para construir…

Y ese primer regalo llegó, como no podía ser de otra manera, de la mano de Tita-Inés.

Antes de pasar a describir el obsequio, abro un paréntesis para presentar al personaje en cuestión. Tita-Inés es mucha tita y es mucha Inés: “mu” tremenda toda ella. Es imposible ocultarle nada. Te conoce tanto que ya puedes estar en el Tíbet, conversando tranquilamente con el Sr. Lama sobre la refundación de las dinastías Yuan y Ching, que ella, a unos cuantos miles de kilómetros de distancia, sabe si tienes fiebre, te apetece un tinto de verano o te aprieta demasiado el pantalón. Da un poco de “yuyu”, sí, pero también mucha tranquilidad porque, en caso de agresión o asalto en un callejón oscuro de cualquier sitio del mundo, tienes la certeza absoluta de que estará llamando a la policía ipso facto en busca de ayuda.

Otro aspecto algo friki de esta nuestra Tita es que luce cuatro brazos y, doy fé, es capaz de utilizarlos todos al mismo tiempo. Mientras con uno está preparando una lubina al horno, con otro emulsiona la crema de calabaza y todavía le quedan otros dos para pintarse las uñas de los pies y mandar un “guasa” a toda su lista de contactos. Si, además, en ese justo instante la llamas por teléfono para contarle con pelos y señales tus últimas 12 horas del día, no hay problema. Ella se coloca el pinganillo y le da al botón de “prestar atención a amiga el tiempo que haga falta”...

Y ten siempre muy clara una cosa: lo que tú le digas va a misa. Da igual que le cuentes que a tu perro le ha dado por cantar una saeta todas las noches que, si tú se lo aseguras, ella es capaz de apostar su casa a que es cierto. Lealtad de amiga ante todo. Porque… ¿qué es la verdad sino lo que ven los ojos de quienes más quieres? Tita-Inés tampoco es de las que presienten que el cucufate sea niña, para nada. Desde el principio habló en masculino. Pero como tú le has dicho que crees que es nena, no hay más que hablar: le ha faltado tiempo para salir corriendo a comprarle un vestidito rosa.

Es imposible no quererla. Si todavía no lo has hecho, pon una Tita-Inés en tu vida. Yo ya no me imagino la mía sin ella...

Dicho esto, a nadie le extrañará que Tita-Inés supo que yo estaba embarazada antes que yo y, cuando las cosas se tornaron un poco feas y la sombra de la duda vino a visitarnos, su sonrisa secó mis lágrimas porque ella sabía que, aunque yo no lo supiese, todo iba a salir bien.  Y para demostrarlo hizo entrega al cucufate de su primer regalo: un libro verde, precioso, titulado “El libro del bebé”. Desde la primera ecografía, hasta la caída del primer diente, este libro abre un universo de inmensas y variadas posibilidades sobre el futuro de Cucufate. ¿Cómo se llamará? ¿De qué color tendrá el pelo? ¿Cuál será su primera palabra? (“mamá”, espero). ¿Dónde dará su primer paso? ¿Cómo será su sonrisa? ¿Y sus ataques de ira? ¿Dormirá bien por las noches? ¿Se comerá las lentejas? ¿Se le dará bien el "inglé"? Infinidad de preguntas sin resolver pero con todo el espacio del mundo para ir rellenando en ese precioso libro verde. El futuro hecho presente, o el presente hecho futuro, cualquiera de los dos vale porque lo importante es saber que está. Que sí hay cucufate y que le queda todo por hacer.

Entonces, en ese momento y por segunda vez, te lo crees. Aunque no sientas todavía las primeras pataditas y lo único que te recuerde a embarazo sea el insoportable olor de tu nevera, ese primer regalo te da permiso para navegar mentalmente en lo que está por venir. Lo visualizas, te sonríes, te emocionas e imaginas…Hasta que vuelves otra vez a abrir la nevera y la hormona te trastoca la ilusión. Pero como el “Libro del bebé”, tan verde y tan bonito, está ya siempre sobre la estantería, vas corriendo a buscarlo para volver a creer que Cucufate existe y que nosotros seremos los padres.

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Hace días que Cucufate y yo estamos tristes porque unos señores muy feos han venido a llevarse a Tita-Inés a un sitio oscuro y lejano. Pero esto no se va a quedar así. Además plantarnos indignados en la Puerta del Sol, hemos urdido un plan de rescate que ni James Bond. Pero esa es otra historieta que no contaré aquí porque las misiones secretas no se desvelan.


lunes, 12 de noviembre de 2012

El gran presentimiento...

Desde el principio me invadió un gran presentimiento de niña. Y los presentimientos de una fémina, sobre todo cuando ésta se encuentra en estado de preñamiento absoluto, nunca fallan.

O, por lo menos, no debieran....

Es natural, lógico, biológico, justo y, hasta si me apuras, necesario que una futura madre sepa lo que lleva dentro. Si no, que alguien baje y me explique a cuento de qué viene esta repentina sobreestimulación de los sentidos. Además de no soportar de pronto el sabor del salmorejo, abandonar un concierto a medias por sobrecarga de decibelios o que tu padre te proponga como sustituta de sus perras de caza, habrá, digo yo, algún sentido más elevado a todo esto.

El presentimiento de niña me sobrevino a partir de una revelación en el tren. Un día, de repente, como quien no quiere la cosa, me vi con mi niña (de nombre Alma) entre los brazos. Tan contenta me puse que fui corriendo en busca del Estimado para compartir con él nuestro precioso futuro. 

"Tenemos una hija", dije emocionada, "y se llama Alma". 
"¿Cómo dices? ¿Estás bien?", me soltó con cara de pasmo y colocando su mano en mi frente. "Alma no es siquiera nombre de persona. Además, yo creo que va a ser niño. Se nota claramente en la ecografía". 

Fin de la discusión. No se hable más. Mi gozo en un pozo.  

A continuación, busqué cobijo entre padres, hermano, amigos, vecinos, jefes y compañeros de trabajo pero nada...Todos aseguraban tener la sensación de que mi cucufate era niño. "Es que tienes muy buena cara. Muchísimo mejor que antes", me llegaron a decir, sin antes medir, quiero pensar, con cuidadito esas palabras... 

Sólo hubo uno que no me falló: el calendario chino. La desesperación no sabe de límites, lo reconozco, y, ante tal falta de apoyo, un domingo tarde sucumbí y busqué la famosa aplicación en internet. Introduje con esmero todos los datos que me pedía y "voilá", BINGO: salió niña.

La ecografía de la semana 14 trajo nuevos datos. Como en cada consulta desde la sexta semana, lancé la pregunta: "¿¿¿¿Se ve ya lo que es????". El Doctor respondió que no podía asegurarlo PERO que le "parecía haber visto un pito. En la próxima ecografía te lo podré decir seguro".

"¿¿¿¿¿Cómoooo????? ¿¿¿¿¡¡¡¡No puede seeerrr"!!!!!????. Me vino del alma. Fue un alarido que, antes de salir escopetado por mi boca, se olvidó por completo de pasar por el lóbulo frontal izquierdo a solicitar los permisos pertinentes. Cuando vi el estupor pintado en el rostro de la enfermera, supe que ya era tarde para recular. "Señora", decían sus ojos, "Claro que es posible...No es un perro, mujer, es un niño. Había un 50% de posibilidades".

Juré y perjuré que me daba igual una cosa que la otra pero que mi instinto me decía que era niña y, claro, me extrañaba muchísimo que pudiese haber visto un miembro viril por ahí suelto. "Seguro que es el cordón umbilical", dije, y salí tan contenta de la consulta a la espera del día D fijado para hoy, lunes 12 de noviembre.

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Llevo tres noches sin dormir, lo reconozco. Nerviosita perdida he entrado esta tarde a la eco de la semana 18. El doctor ha empezado a mostrarme muuuuuy lentameeenteeee la columna vertebral (muy mona sí, con todas las vértebras en su sitio), la cabeza (enorme y con ojos gigantes. Me dio susto y todo. Parece un alien, para qué engañarnos), las orejas (guay, fenomenal, gracias), las manos (porque usted lo dice pero yo no veo nada), los codos (¿!?), las rodillas (u-hummm), los pies (imagino que ahí dentro no huelen) y las nalgas (ocupando media pantalla). Y con este repaso, quiso dar cierre a la ecografía de hoy.

"¿¿¿¡¡¡Y el miembro!!!??? ¿¿¡¡¡Qué hay del miembro???!!!!".

Como respuesta vino un largo silencio, seguido de una mueca a lo Mourinho y un escueto "no se deja ver; le tapa la pierna. Nos vemos en tres semanas".

Así que, si su señoría tiene a bien descruzar las piernas, el próximo 4 de diciembre podremos preparar las compras de Navidad. Hasta entonces, se admiten apuestas a través de la pagina FB de Historietas: https://www.facebook.com/HistorietasDeUnaPrimeriza

Las bases son muy sencillas: si no lo has hecho ya, pinchas en "Me gusta". Después, escribes "niño" o "niña" en el muro, según como te dé.
Entre los ganadores se sorteará un gran Cucufate Galáctico.

¡¡¡Participa!!!



miércoles, 7 de noviembre de 2012

La frase que lo cambió todo....


Tengo una amiga, muy mejor amiga, que está lejitos en cuerpo pero pegadita en alma. Es compartidora nata de hitos vitales, conocedora profunda de sentimientos reales y fuente constante de grandes inspiraciones mentales. No la busques para un viaje mochilero, ni cuentes con ella para una maratón de gin-tonics. Pero si un día la vida se te hace bola y el raciocinio se torna en una gran tela de araña, ella y su sonrisa lo huelen en la distancia y se personan de inmediato con su frase curativa bajo el brazo.

Y es que mi amiga tiene la frase perfecta para cada enredo. 

No sólo eso, sino que, dependiendo de la intensidad de la pena, de la complicación del nudo o del olor del miedo, sabe cómo tiene que entonar cada palabra, dónde fijar su mirada y, en definitiva, en qué envoltorio entregar la oración que te regala. 

Un día, hace no más de dos o tres semanas, econtrábame yo aplastada contra el sofá, en plena parte baja de esta maja y entrañable montaña rusa hormonal que me acompaña. Estaba ocupadísima sintiendo una pena enorme de mí misma cuando, de repente, sonó el telefonillo. Cómo no, era mi amiga y, como siempre, traía su regalo. 

-"¿Qué tal?", me preguntó. 

-"Buf", respondí rauda y veloz. "Fataaaaal. Sinf, snif. No me recupero de las náuseas, me han salido pelos en la tripa, esta ciudad apesta a fritanga, me duermo por las esquinas y ENCIMA, snif, snif, me siento súper culpable...TODO EL MUNDO me mira raro... Creo que es porque me quejo demasiado.... Fulanita ni se enteró de su embarazo y trabajó hasta el último día..Yo aguanto hasta las seis de la tarde y a duras penas.... ENCIMA, snif, snif, menudo momento para quedarme preñada...Justo ahora que me cambio de puesto...Qué pensarán, madre mía....Qué imagen...ENCIMA va un compañero y, refiriéndose a mi baja maternal, me suelta que vaya pedazo vacaciones me voy a coger....snif....Otra va y me pregunta que por qué como tanto...Menganito, que qué hago que me voy tan pronto..SNIFFFFF....".

Así continué, un buen rato, hasta soltar la pelota gigante que, con la inestimable ayuda de mis queridos amigos  Progesterona, Gonadotropina Coriónica, Estrógenos y Lactógena, se me había atascado por dentro. Y ella, mi amiga, aguantó como una jabata hasta que, al concluir mi llantina, pudo hacer entrega de esa su frase que, en forma de regalo, lo cambió todo:

-"Pues tú, la próxima vez que te miren o te digan, gírate y suelta: 'Perdona, estoy reproduciendo células. ¿Tú qué haces?'". 

Entonces, por fin, caí. Soy reproductora de células. Un trabajo en el que no pintan nada el máster, la licenciatura, ni los tres idiomas. Un curro al que nos enfrentamos sin título ni experiencia que nos avalen pero que, sin embargo, constituye el más importante, delicado y hermoso de cuantos empleos vayamos a tener jamás. Una tarea que, nada más y nada menos, consiste en construir a otro ser humano para invitarle, después, a compartir con nosotros las aventuras y desventuras de lo que viene siendo La Vida. 

¿Acaso puede haber algo más importante que eso? 

Desde entonces, me entrego en cuerpo y alma a la reproducción celular de nuestro pequeño cucufate. Cada día, me encargo de gestionar unas seis millones de celulitas, según los expertos. Casi nada... Procuro, eso sí, ser equitativa en el reparto y, ya que estamos, escoger lo mejor de cada casa. 

Del Estimado, o sea del padre, estoy pillando las células de la paciencia, del acento gaditano (me encanta), del gusto por la música y del arte en la cocina. Reconozco que he apartado las patillas, no vaya a ser que salga niña y la liemos. Si es varón, puede que las devuelva pero siempre y cuando se las coloque, si quiere, a partir de la mayoría de edad y bajo estricta supervisión paterna. También he cogido del Estimadito un puñado de su corazón, aunque no sé yo si algo tan grande se podrá repetir.

De la madre, servidora, he apartado la neurosis y cierta mala uva. Dejo, de momento, las ganas de reír (tan recomendado ahora por lo psicólogos) y los mofletes (que siempre han tenido fama de achuchables; y no lo digo yo, que conste).

También estoy seleccionando cosas sueltas como la tenacidad y el sentido del humor de un abuelo; el equilibrio mental y la infinita bondad del otro; la eterna sonrisa del tito; el sentido de lealtad de sus titas; y el amor incondicional de las dos abuelas. 

A esto me dedico pues, con esmero y cariño, de un tiempo a esta parte. Y, cuando se me acerca algún mini-juez (que, en el fondo, soy yo misma) con su pregunta o con su mirada; cuando alguien se sonríe ante mis ansias alimenticias o levanta con estupefacción las cejas porque salgo de la oficina a mi hora; cuando me acorralan las náuseas y me saluda con recochineo mi propia panza...me doy media vuelta y, tan ricamente, suelto: "Déjame, no me molestes, que estoy reproduciendo células". 

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Gracias, amiguita, por estar siempre ahí y hacerme sentir mejor persona.