miércoles, 30 de enero de 2013

Atrapada por El Mal


Juré y perjuré que a mí no me pasaría. Asumí desde el primer día la posibilidad de sufrir cualquier achaque y pérdida de dignidad gestacional menos esa. Me lo repetí por activa y por pasiva:
-No, no, no. De ninguna de las maneras. Eso sí que no. Por ahí no paso. Yo controlo perfectamente, soy joven y activa, le doy diariamente a la croqueta y, por tanto, soy inmune a ese Mal.
Ilusa de mí. Alma de cántaro. Bendita inocencia. “Wishful Thinking”.   
Llámalo x, llámalo beta, llámalo petazeta. El caso es que, tarde o temprano, “n’importe pas” los sudokus que hagas, lo mucho que leas, escribas o rehagas, los rabos de pasa que ingieras, las partidas de poker o mus que te marques…da igual: El Mal te alcanzará. Y no hay escapatoria así que lo mejor es, llegado  el momento, levantar las manos, colocarlas detrás de la nuca, arrodillarte muy despacio y, alto y claro, decir “me entrego a ti, oh grandiosa y todo poderosa Pérdida de Capacidad Intelectual Aguda. Soy toda tuya. Haz de mi tu esclava”. De lo contrario, además de lentitud craneoencefálica, falta de reflejos y amnesia atroz, sufrirás un tremendo ataque de ansiedad y, chica, no merece la pena. Ya bastante tienes con haberte transformado en la hermana gemela de Nemo como para buscarte más líos.
El primer gran síntoma se personó hará más o menos dos meses. Preparábame yo para el descanso nocturno cuando me percaté de que mi aparato dental no se encontraba en su funda. Automáticamente, pregunté al Estimado pero él no lo había visto. Miré por doquier pero nada. Mientras abría cada caja, armario, armarito y taperware de la casa, mi cabeza se convirtió en un hervidero de culpables entre los que se encontraba cualquier ser humano que había pisado mi hogar en el último mes y medio menos yo, of course. 
Pasaron los días y, habiendo ya desistido en mi afanosa búsqueda del aparto perdido, una tarde cualquiera de piscina deportiva apareció. Allí estaba: en el fondo muy fondo de mi mochila de deporte.  Tan mona ella y tan bien colocadita por una futura mamá primeriza que, en pleno proceso de enajenación mental transitoria, había confundido su funda dental con las gafas de buceo.
 Y ahí quedo la anécdota hasta que…
...Un buen día decidí irme con un amigo a visitar a otra amiga a un sitio lejano llamado Murcia. Mi amigo, muy “apañaíco él”, se encargó de sacar los billetes de tren para los dos. Los compró con tiempo y me avisó con tiempo. “Tal día a tal hora en la estación de Chamartín”. “Ok, ok. Qué ilusión. No veas lo bien que lo vamos a pasar”. 
El día D me presenté en el sitio y a la hora supuestamente indicadas. Confiada, me planté en Atocha con veinte minutos de colchón. Pasó el tiempo y mi amigo no aparecía por ninguna parte así que, a cinco minutos de partir el tren, le llamé airosa. "¿Pero dónde estás?" "Aquí, en la vía 1", respondió. "Pues yo estoy en la vía uno y no te veo". "Pues aquí estoy, como te dije, en la vía 1 de Chamartín". 
"¿¿¡¡¡CHAMARTÍN??!!! ¡¡¡¡PERO SI ME DIJISTE ATOCHA!!!!" 
Pero no coló. Cinco e-mails y cincuenta WhatsApp perviven como constatación y puro recochineo ante el hecho irrefutable de que la realidad va por un derrotero que nada tiene que ver con el que, últimamente, escoge mi cabeza. 
Y la cosa, noto yo, lejos de mejorar se dirige hacia el abismo. El Mal ha tomado posesión de la práctica totalidad de mis neuronas. No sé qué estará haciendo con ellas, si jugar a las canicas o devorarlas cual monstruo de las galletas, pero, además de sentirme agotada, ya no sé ni qué hacer para disimular. 
En las reuniones, donde proceso aproximadamente una de cada diez palabras, me planto las gafas, sujeto mi barbilla, miro fijamente a los ojos del interlocutor y asiento rítmicamente procurando no articular palabra ni enunciar pregunta alguna que pueda poner al descubierto el gran vacío que llevo dentro. Mi calendario Outlook está a punto de reventar con tanta alarma, puesto que he optado por avisarme de todo por duplicado. Aún así, alguna que otra tarea ha pasado a mejor vida en lo que tarda mi dedo en pinchar el botón de "acpetar", que es básicamente lo que tarda mi cerebro en darle al de "apagar". Incapaz soy ya de leer el periódico, seguir activamente el telediario o concentrarme más de 10 minutos seguidos en cualquier capítulo de cualquier novela fácil...Olvídate de apuntarte a un torneo de Apalabrados, claro. La humillación puede ser fatal. 
Dicen que tras el parto recuperas tus capacidades cognitivas casi a la misma velocidad a la que pierdes el pelo. Dicen que todo retorna a su cauce, que El Mal te devuelve las neuronas y que el raciocinio se instala de nuevo en su sitio. 
Eso dicen, eso espero y por eso hasta rezo, mira tú. Porque a este paso me veo deambulando por una calle cualquiera de la ciudad sin saber dónde vivo, cuántos años tengo ni por qué leches ando yo embarazada.

jueves, 24 de enero de 2013

¿Cuál es tu Historieta?

Si eres primeriza, si no lo eres ni piensas serlo, si eres secundiza o terceriza y todo esto te viene pequeño, si convives con alguna primeriza y no puedes más, si eres primerizo o te gustaría serlo, si trabajas rodeado/a de ellas y no hay manera de hablar ya ni del tiempo...Cuéntanos tu Historieta. 

Cansada ya de observarme el ombligo, entre otras cosas porque ya se me ha salido "pafuera" y me da pelín de repelús, quiero conocer y mirar un rato el tuyo. Historietas abre por tanto su blog a entradas ajenas. Menos la falta de respeto, se admite todo. Así que anímate a contarnos tu cuento y a compartirlo con esta nuestra pequeña y bien avenida comunidad.

Anécdotas, reflexiones, sentimientos, vivencias o convivencias...Cuenta, cuenta. Este es tu foro. Aquí te escuchamos y disfrutamos. 

Mándame tu Historieta a través de un mensaje privado a la página de facebook www.facebook.com/HistorietasDeUnaPrimeriza  (eso sí, si todavía no lo has hecho, antes debes pinchar en Me gusta) y lo publicaré en el blog.

¡Te espero!


miércoles, 16 de enero de 2013

Historieta lunática....

Querida luna:


Me dirijo a ti porque a estas horas somos las únicas despiertas y porque tú, a tus años, lo habrás visto y escuchado todo. Cuente lo que te cuente, dudo que se te levanten las cejas, se te despeine el flequillo o te calces la toga de juez. A lo sumo se te escapará un bostezo y, con un poco de suerte, me mandarás a la cama con una palmadita en el hombro y la bonita certeza de que en unas horas darás paso a un sol reluciente y revitalizador.

El caso, lunita, es que llevo varias noches sin dormir. No hay manera. Y mira que hago todo lo que dicen los médicos, blogs y manuales para primerizas: tilita después de cenar, ejercicios de respiración para facilitar tanto la relajación como la conexión con el bebé, un cojín entre las piernas y otro debajo del vientre... Me voy a la cama con buenos pensamientos, el pelo liso y los dientes mentolados. Los deberes, como ves, están hechos cada noche a eso de las once.

Pero hacer bien las cosas no siempre garantiza el éxito y a las once y cuarto en punto empieza la juerga. Vuelta para un lado, vuelta para el otro, ponte boca arriba, cruza las piernas, "ay que me duele la cadera", "ay que el cucufate me ha dado en una costilla", "uy que me hago pis", voy al baño, vuelvo del baño, me tumbo de nuevo, coloco otra vez los cojines, "aaayyy, qué tirón me ha dado en la pierna", estiro los dedos de los pies para aliviar la contractura, me giro a la izquierda... y noto que el Estimado ya empieza a resoplar. Él se levanta a las seis y media. Yo a las siete. No miro el reloj porque prefiero ignorar cuántas horas han corrido desde que empezó mi particular odisea nocturna.

Al final desisto, me levanto, me arrastro hasta el salón y, horror de los horrores, me pongo a pensar. Sé que no debo porque es un mal vicio que tiende a jugarme horribles pasadas pero a estas horas no televisan ni Friends ni Sexo en Nueva York, así que estoy perdida... Mi cabeza es más rápida que yo y se escapa sin resistencia de mis sanas intenciones.

Pienso sobre todo en lo que se avecina....Tomo conciencia de que estoy saliendo de una vida para entrar en otra y me doy cuenta de que no me he despedido de lo uno ni, por supuesto, me he preparado para lo otro. Y me entran el pánico y la emoción por el mismo canal, así que mi ritmo cardiaco se acelera y, definitivamente, me despido del sueño una noche más. Total, poco voy a dormir a partir del mes de abril así que me lo tomo como un entrenamiento intensivo.

El motor, pues, se ha puesto en marcha y empieza a echar humo hasta que La Pregunta, la Gran Pregunta, vuelve, machacona, una y otra vez.

-¡Vete! ¡Que me dejes he dicho! Estoy contando ovejas y no tengo tiempo para tus tonterías.

Pero La Pregunta es omnipresente, todopoderosa e inespantable. No da tregua y aprovecha la debilidad que provoca el insomnio para acorralarte y abalanzarse sobre ti.  Y muy despacio, ojos inyectados en sangre, por fin, lo suelta: "¿¿SEEERÁS BUEENAAA MAAADREEE??"

Tramposa La Pregunta, ¿eh? Conmigo, por lo menos, consigue el efecto deseado: bloqueo mental, sudoración fría, taquicardia, palidez y sequedad bucal. Y es que odio no saber responder airosa a cualquier cuestión que se me plantee. En mi curro, lunita, las preguntas las hago yo. Esto me pilla con el pie cambiado.

Lo cierto, entre nosotras, es que no lo sé. Ni pajorera idea, vamos. No tengo claro siquiera si en 33 años he conseguido ser buena hija, buena hermana, buena amiga, buena empleada o buena vecina. Pero lo más grave es que tampoco sé lo que es ser buena madre...No me lo he estudiado, lo reconozco. Siempre he dado por hecho que una madre es buena porque sí y punto. Básicamente, sin ser consciente de ello, he vivido bajo la creencia de que una madre nace y muere madre, igual que una abuela es siempre abuela, el portero jamás se ha movido de su sitio, el médico de cabecera será siempre de la familia y casi nada ha sido nunca de otra manera. Cada uno representa el papel que le han dado al entrar en esta vida y todos tan contentos.

Pero no. Qué va. Para nada. Ilusa de mí. En nueve meses he de convertirme en algo que nunca he sido y encima lo tengo que hacer bien. Con lo fácil que era opinar sobre cómo educa el personal a sus churumbeles, ahora tengo que someterme yo al Tribnal Penal Popular de las Malas-Madres: esa, oh, tan necesaria y productiva opinión generalizada del mundo mundial. Si ya nos viene de serie opinar acerca de cualquier tema que traiga el viento, cuando se trata de embarazo o maternidad, la cosa se pone seria. Con decirte que todavía no he parido y ya se me adelantan los críticos...

-Ah, que das a luz en la clínica Menéndez? Buf! Pues ten cuidado, que allí las matronas son malas malísimas y te hacen sufrir mucho. Además, no son especialistas en cuidados infantiles.
-Gracias, amiga, me voy al paritorio mucho más tranquila.

-¿¿¿Vas a darle el pecho, vas a darle el pecho, vas a darle el pecho???? ¿¿Eh?? ¿¿¿Que NO vas a darle el PEECHOOO???
-Pues es que no lo sé. Creo que sí, pero no lo he decidido del todo. Si no lo hago, prometo llamarte todos los días, 4 veces, para rezarte al oído tres padres nuestros y siete ave maría purísimas..

-Tienes que conseguir que tu hija sea maja y muy sociable, ¿eh? Toma nota. Es muy importante. Debes asegurarte de que se relacione mucho con la gente desde el principio para que se acostumbre a estar con los demás.
-Claro, claro. Of course. Me la llevaré de copas todos los fines de semana a partir de la cuarentena. Lo prometo. Si no cumplo, te dejo que me des una buena y merecida paliza el último jueves de cada mes.

-Espero que no seas de esas madres que sólo saben hablar de hijos y de pañales...
-¿¿¿Yooooo???? Ah no, no, no...Para nada... Pienso hacerme un máster en trigonometría y otro en economía aplicada durante mi baja maternal para que mi conversación te resulte siempre sesuda e innovadora. Antes muerta que sencillamente madre.

Reconozcámoslo. Todos, aunque sea en mitad de algún terrible desliz, hemos opinado de forma abierta y totalmente gratuita sobre cómo afronta el prójimo la reproducción y consiguiente cuidado de su camada. Reconozcamos también que mola. Mientras los unos se reproducen y pelean consigo mismos y medio mundo por conseguir el título de  buenos padres, los otros nos entregamos al consagrado arte de opinar y poner nota.

Lo que pasa, luna, es que, visto desde el otro lado, caigo en la cuenta de que existe un enorme desequilibrio entre el opinador y el opinado. El opinador suelta el paquete, se da media vuelta y regresa a Opinalandia en busca de su siguiente opinión. Pero el opinado...Ay de él o de ella como encima esté atormentada cada madrugada por La Pregunta. Se pasará horas y horas buscando y rebuscando La Respuesta...Y si no consigue desistir, volver a la cama, abrazar a su Estimado y asumir que se pasará la vida siendo bueno/a o malo/a según el día o los ojos que observen, enloquecerá.

Veo salir los primeros rayos de luz. Casi que desisto, me entrego, vuelvo al catre, abrazo al Estimado y lo asumo: el título que se lo den a otra.


https://www.facebook.com/HistorietasDeUnaPrimeriza




martes, 8 de enero de 2013

En positivo....


Iniciado ya el tercer y último trimestre del embarazo, y cubierto con creces el cupo de historietas negativas,  ha llegado la hora de recapacitar y hacer un pequeño desglose de las bondades de este estado mío de preñamiento total. Que haber cosas buenas haylas y no quiero ser yo quien, con mi insaciable “quejiqueira”, desanime a tantas y tantas almas cándidas dispuestas a traer más vida a nuestro planeta.

Veamos si soy capaz de enumerar algunas de las cosas más bonitas del embarazo. Allá voy:

·         Empezando por lo más obvio e importante: estás alojando vida. Esto, que así puesto suena un poco cursi, genera un estado de semi endiosamiento y felicidad constantes. Nada te puede, nada te supera, nada duele lo suficiente como para decir “no aguanto más”. Tampoco es cierto aquello de que cuando mejor está una mujer es embarazada. De eso nada. Cuando mejor está una mujer es tumbada al solete con un buen tinto de verano y todas sus carnes y órganos vitales colocados perfectamente en su sitio. Ahora bien, lo que sí es verdad es que, si no es en estado de buena esperanza, jamás soportarías con tanta alegría y orgullo acontecimientos hasta ahora inauditos como la aparición de varices, el encogimiento estomacal, la falta de oxígeno, la hinchazón de pies, la privación de sueño,  el estreñimiento crónico, la acidez….ya no entro en más detalles porque empiezo a resultarme desagradable. El caso es que todo ello (y alguna cosa más) te ocurre “tójunto” y de golpe pero a ti no te importa porque tú tienes un cucufate dentro que se está convirtiendo, poquito a poco, en el cucufate más rebonito de cuantos cucufates han poblado este mundo.

·         Sacas a relucir lo mejor de la gente. Salvo casos excepcionales, por lo general relacionados con patologías graves de amargamiento crónico, todo el mundo te trata muy bien y te ve muy guapa.  Con sólo pasearte por ahí y sonreír un par de veces, consigues que hasta el más introspectivo, anti-social y anti-naturaleza humana, eche mano de su pequeña caja de ternura y te la entregue envuelta en un lazo rosa todita para ti. Si no te ceden la silla, te cae un piropo o, como poco, una sonrisa auténtica. Es simpatía de 24 quilates así que aprovéchala porque, desgraciadamente, ésta se desmenuza en cuanto el cucufate ve la primera luz del día.  Es como si toda tú fueses un hechizo andante y arrancases el gran sentimiento del amor allá por dónde respiras. Siempre he pensado que si el mundo estuviese formado por embarazadas y niños, otro gallo mucho más hermoso y majo nos cantaría.

·         El trabajo ya no es, ni muchísimo menos, lo más importante. De repente te das cuenta de que lo único preocupante del trabajo es dejar de tenerlo. Por lo demás,  se acabó. Por fin te  has deshecho de esa relación tormentosa, dependiente y excesivamente pasional con el mundo laboral. Te da igual casi todo. Te da igual que tu jefe no te salude cuando pasa por delante de tus pestañas, que no se digne a preguntarte cómo estás de lo tuyo, que de repente te hayan colocado en una esquinita sin luz o que te roben la voz. Te da igual que ya no te inviten a las reuniones, que te degraden de facto o que hagan lo imposible por frenar ese cambio de puesto que tanto soñaste. Total, sólo es un poco de mobbing y tú puedes con eso y con muchísimo más porque tú sí sabes lo que es importante y entiendes, por fin, dónde deben canalizarse los esfuerzos vitales. Ni siquiera les guardas rencor. Lo único que te preguntas es por qué no lo has podido ver así hasta hoy y si tantas horas de insomnio, tantas lágrimas derramadas y tanta insatisfacción han servido para algo más que poner la cabeza de tus más queridos seres como un tambor rojo.


·         Tu madre te llama casi a diario y tu padre pinta la habitación del cucufate. Y no son llamadas de las de “¿¿¿qué pasa??? ¿¿¿dónde estás???? Siesque no coges nunca el teléfono…No sé para qué tienes el móvil… No sabemos nada de ti!!!”. No, no, no. Se trata siempre de una llamada amorosa, llena de afecto y sin rastro de reproche. Una llamada de pre-abuela que, a falta aún de nieta a quien bañar en su almíbar, practica contigo-a quien de pequeña jamás permitió un atracón de dulces, una subida de tono, una mala nota o una ñoñería-el ansiado arte de malcriar en exceso. Mientras tanto, el pre-abuelo, acostumbrado a décadas de dar órdenes a diestro y siniestro, desempolva sus habilidades de albañil, se planta el mono azul y la gorra de pintor y, durante una semana a jornada completa, se entrega en cuerpo y alma a embellecer la habitación de la que será su primera nieta. Si existe un gesto más precioso que este, que alguien baje y me lo enseñe. Yo, a día de hoy, no lo he encontrado.


Y aquí me planto por ahora…Cada experiencia es un tesoro y estos son los que yo puedo ofrecer. Los que me viven a diario saben que no soy fan number one del embarazo; que me estoy topando con una serie de inconvenientes físicos y psicológicos inesperados (seguramente, por falta de información); que no creo en el idilio del preñamiento; que cuento los días para que finalice este secuestro temporal de mi cuerpo y que ardo en deseos de que mi niña esté ya con nosotros. Pero también es cierto que no cambiaría esta experiencia por nada y que, de todos los sufrimientos que he tenido en la vida (afortunadamente, no muchos) éste es el único que repetiría con mucho gusto.