miércoles, 7 de noviembre de 2012

La frase que lo cambió todo....


Tengo una amiga, muy mejor amiga, que está lejitos en cuerpo pero pegadita en alma. Es compartidora nata de hitos vitales, conocedora profunda de sentimientos reales y fuente constante de grandes inspiraciones mentales. No la busques para un viaje mochilero, ni cuentes con ella para una maratón de gin-tonics. Pero si un día la vida se te hace bola y el raciocinio se torna en una gran tela de araña, ella y su sonrisa lo huelen en la distancia y se personan de inmediato con su frase curativa bajo el brazo.

Y es que mi amiga tiene la frase perfecta para cada enredo. 

No sólo eso, sino que, dependiendo de la intensidad de la pena, de la complicación del nudo o del olor del miedo, sabe cómo tiene que entonar cada palabra, dónde fijar su mirada y, en definitiva, en qué envoltorio entregar la oración que te regala. 

Un día, hace no más de dos o tres semanas, econtrábame yo aplastada contra el sofá, en plena parte baja de esta maja y entrañable montaña rusa hormonal que me acompaña. Estaba ocupadísima sintiendo una pena enorme de mí misma cuando, de repente, sonó el telefonillo. Cómo no, era mi amiga y, como siempre, traía su regalo. 

-"¿Qué tal?", me preguntó. 

-"Buf", respondí rauda y veloz. "Fataaaaal. Sinf, snif. No me recupero de las náuseas, me han salido pelos en la tripa, esta ciudad apesta a fritanga, me duermo por las esquinas y ENCIMA, snif, snif, me siento súper culpable...TODO EL MUNDO me mira raro... Creo que es porque me quejo demasiado.... Fulanita ni se enteró de su embarazo y trabajó hasta el último día..Yo aguanto hasta las seis de la tarde y a duras penas.... ENCIMA, snif, snif, menudo momento para quedarme preñada...Justo ahora que me cambio de puesto...Qué pensarán, madre mía....Qué imagen...ENCIMA va un compañero y, refiriéndose a mi baja maternal, me suelta que vaya pedazo vacaciones me voy a coger....snif....Otra va y me pregunta que por qué como tanto...Menganito, que qué hago que me voy tan pronto..SNIFFFFF....".

Así continué, un buen rato, hasta soltar la pelota gigante que, con la inestimable ayuda de mis queridos amigos  Progesterona, Gonadotropina Coriónica, Estrógenos y Lactógena, se me había atascado por dentro. Y ella, mi amiga, aguantó como una jabata hasta que, al concluir mi llantina, pudo hacer entrega de esa su frase que, en forma de regalo, lo cambió todo:

-"Pues tú, la próxima vez que te miren o te digan, gírate y suelta: 'Perdona, estoy reproduciendo células. ¿Tú qué haces?'". 

Entonces, por fin, caí. Soy reproductora de células. Un trabajo en el que no pintan nada el máster, la licenciatura, ni los tres idiomas. Un curro al que nos enfrentamos sin título ni experiencia que nos avalen pero que, sin embargo, constituye el más importante, delicado y hermoso de cuantos empleos vayamos a tener jamás. Una tarea que, nada más y nada menos, consiste en construir a otro ser humano para invitarle, después, a compartir con nosotros las aventuras y desventuras de lo que viene siendo La Vida. 

¿Acaso puede haber algo más importante que eso? 

Desde entonces, me entrego en cuerpo y alma a la reproducción celular de nuestro pequeño cucufate. Cada día, me encargo de gestionar unas seis millones de celulitas, según los expertos. Casi nada... Procuro, eso sí, ser equitativa en el reparto y, ya que estamos, escoger lo mejor de cada casa. 

Del Estimado, o sea del padre, estoy pillando las células de la paciencia, del acento gaditano (me encanta), del gusto por la música y del arte en la cocina. Reconozco que he apartado las patillas, no vaya a ser que salga niña y la liemos. Si es varón, puede que las devuelva pero siempre y cuando se las coloque, si quiere, a partir de la mayoría de edad y bajo estricta supervisión paterna. También he cogido del Estimadito un puñado de su corazón, aunque no sé yo si algo tan grande se podrá repetir.

De la madre, servidora, he apartado la neurosis y cierta mala uva. Dejo, de momento, las ganas de reír (tan recomendado ahora por lo psicólogos) y los mofletes (que siempre han tenido fama de achuchables; y no lo digo yo, que conste).

También estoy seleccionando cosas sueltas como la tenacidad y el sentido del humor de un abuelo; el equilibrio mental y la infinita bondad del otro; la eterna sonrisa del tito; el sentido de lealtad de sus titas; y el amor incondicional de las dos abuelas. 

A esto me dedico pues, con esmero y cariño, de un tiempo a esta parte. Y, cuando se me acerca algún mini-juez (que, en el fondo, soy yo misma) con su pregunta o con su mirada; cuando alguien se sonríe ante mis ansias alimenticias o levanta con estupefacción las cejas porque salgo de la oficina a mi hora; cuando me acorralan las náuseas y me saluda con recochineo mi propia panza...me doy media vuelta y, tan ricamente, suelto: "Déjame, no me molestes, que estoy reproduciendo células". 

--------------------------------------------------------------------------------

Gracias, amiguita, por estar siempre ahí y hacerme sentir mejor persona.   




2 comentarios:

  1. Yo no hago nada, mujer. Eres tú que de pronto te das cuenta de que lo que sea que te agobia es una tontería y en realidad nunca dejaste de ser una persona estupenda.

    ¡Te tiene que estar quedando el enano precioso!

    ResponderEliminar
  2. Qué bien escribes primita y què bonito. Me emociono con cada línea muchos besos y ánimo con ese trabajo!

    ResponderEliminar